El Rey Midas

En un tiempo lejano, donde las colinas de Frigia se alzaban orgullosas bajo el sol dorado y los ríos serpenteaban entre campos de flores, reinaba el rey Midas, un monarca cuya ambición brillaba más intensamente que los mismos metales preciosos que anhelaba. La opulencia de su palacio era tal que cada rincón rebosaba de riquezas, y las mesas estaban siempre colmadas de manjares que atrajeron a nobles y vagabundos por igual. Sin embargo, a pesar de su abundancia, el rey sentía un vacío en su corazón, un deseo insaciable que lo impulsaba a buscar aún más.

Un día, el dios Dionisio, en agradecimiento por su hospitalidad, le ofreció cumplir un deseo. Sin dudar, Midas pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro, convencido de que esa sería la clave para alcanzar la verdadera felicidad. Al principio, la dicha brillaba en su rostro al ver cómo sus deseos se materializaban, pero pronto la festiva atmósfera que envolvía su reino comenzó a tornarse gris.

Las consecuencias de su deseo se desataron con una rapidez ineluctable, revelando la avaricia que latía en su interior. Cada bocado de su exquisita comida, cada trago de su bebida preferida se transformaba en oro, convirtiendo la celebración en una lucha por la supervivencia. Y así, entre sus riquezas doradas, Midas se encontró atrapado en una pesadilla, enfrentando el verdadero costo de su codicia.

A medida que la historia avanza, el rey se verá empujado a una encrucijada, enfrentándose a la dura realidad de que la riqueza sin amor y sin conexión con su pueblo es simplemente un espejismo. ¿Podrá el rey Midas descubrir el auténtico valor de la vida antes de que sea demasiado tarde? Este es el inicio de un relato que nos invita a reflexionar sobre los deseos que alimentamos y las elecciones que hacemos en nuestro camino hacia la verdadera riqueza.